En las tres últimas décadas se han desarrollado, en Barcelona, una serie de intervenciones arquitectónicas tanto en el centro histórico como en las áreas colindantes y en su periferia. Estas nos muestran una serie de propuestas que sus diseñadores han desarrollado y que nos permiten analizar y comparar, si cabe, no solo el estilo arquitectónico, la forma, el acabado y el funcionamiento de estos edificios, entre otras cosas, sino sobre todo cómo estas edificaciones se integran en su contexto, cómo dialogan con su entorno, y viceversa.
En la Rambla, el edificio del Palau de la Rambla diseñado por Mackey, Bohigas y Martorell, es una interesante solución de integración junto a unas edificaciones donde el lleno prima sobre el vacío, la verticalidad de los vanos de las edificaciones crea un ritmo que este nuevo edificio recoge. Sin dejar de expresar su contemporaneidad, se adapta al perfil de la calle que es su aporte a la trama urbana, pues crea una múltiple altura que permite visualizar la torre de la iglesia del Pi, situada a unas manzanas atrás.
El edificio comercial se construyó entre 1989 y 1993 en el lugar donde se levantaba el Palau Nou (Palacio Nuevo) de la Rambla. De planta baja y cinco plantas piso, fue llamado edificio inteligente por incluir un aparcamiento robotizado de once plantas subterráneas, nueve de ellas situadas bajo el nivel freático. Incorpora un pasaje que permite acceder desde la Rambla a la calle Cardenal Casañas.
La espectacularidad de los espacios que crea entre la Rambla y el pasaje permite al peatón cruzar un umbral que conecta calles de escalas diferentes. El remate de las edificaciones vecinas y la propuesta de fachada no rompen con la característica arquitectónica existente desde el siglo XVIII. Las actividades que en este edificio se desarrollan, de tipo recreativo y comercial, se pueden leer en la expresión de sus fachadas. Así pues, el Palau de la Rambla es un edificio que utiliza elementos y lecturas de arquitectura de esta década, que han sido trabajados para que tengan un buen diálogo con los edificios vecinos, sin necesidad de rebuscar en ellos elementos que lo conviertan en un edificio posmoderno.
El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, diseñado por Richard Meier, es una propuesta de integración al contexto urbano por oposición. El estilo arquitectónico de este edificio no recoge ninguna referencia de las edificaciones vecinas; Meier propone un edificio que tiene una característica arquitectónica que ha desarrollado en casi todas sus obras. Era fácil adivinar dicha característica incluso antes de conocer el proyecto del museo. Su valor está en que cumple con lo que el Ayuntamiento de Barcelona buscaba para esta zona, que era recuperar un barrio degradado.
El MACBA da fachada a una zona caracterizada por ser la espalda fea de la zona antigua de Ciutat Vella. Su color blanco aviva esta zona y la propuesta de tener la rampa frente a la plazoleta, típica de Meier, aviva con mayor énfasis este lugar. La gran fachada vidriada permite al visitante del museo tener una relación directa desde el interior del edificio con el espacio urbano. El volumen curvo es un nuevo elemento que Meier incorpora a este contexto urbano caracterizado por la verticalidad y una volumetría paralelepípeda. Es posible que este museo, por no tener referencia de la arquitectura de su entorno ya que solo se integra a su perfil urbano, pues guarda una escala que no agredepodría estar ubicado en cualquier otro lugar, no solo de Barcelona, sino del resto de las ciudades europeas y latinoamericanas.
El Periscopio, edificio acristalado y prismático que cierra el patio de la antigua Casa de la Caritat, en pleno barrio del Raval, Montalegre, 5, se ha convertido en uno de los símbolos de la Barcelona contemporánea. Creado por Albert Viaplana, Helio Piñón y Ricard Mercadé.
En la quinta planta del edificio está situado El mirador , y a través de su fachada acristalada se puede gozar de unas maravillosas vistas de Barcelona, a vista de pájaro. Unas vistas que incluso se pueden entrever desde el patio interior del edificio, reflejadas en la parte superior de la fachada, a modo de espejo.
En el Born, Francesc Cambó, 16 el mercado de Santa Caterina, una intervención que sorprende por su techo lustroso, ondulado y multicolor, como un cesto de frutas y hortalizas, y por el uso en la fachada de geometrías inesperadas en las que queda patente la originalidad y el talento del fallecido arquitecto. Enric Miralles y Benedetta Tagliabue.
Desde la Catedral de Barcelona llama la atención un tejado ondulado y colorista. Atraídos como un insecto por una flor vistosa, nos acercamos para descubrir que bajo este techo se esconde un mercado de alimentación: el mercado de Santa Caterina. La originalidad del edificio y el tesoro de las paradas que aloja no defraudarán a aquellos que paseen por el barrio de Santa Caterina.En el año 2005 se acabó la reforma del primero de los mercados cubiertos de Barcelona.
El antiguo mercado de alimentación de Santa Caterina mostraba tras la reforma del equipo de arquitectos de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue un techo lustroso, ondulante y coloreado, pensado para ser visto desde el aire. Una estructua de madera une el tejado y un gran mosaico de piezas de cerámica de colores que representan frutas y verduras rompe atrevidamente su carácter tradicional de mercado. Sin embargo, este mercado se caracterizó siempre por su voluntad innovadora. El mercado de Santa Caterina nacía en 1845 para suministrar comestibles al sector popular del barrio. El edificio del mercado, espacioso y moderno, se construyó en el espacio que anteriormente ocupó el convento de Santa Caterina, del cual adoptó el nombre.
Con la postguerra, Santa Caterina se convirtió en el centro de provisiones para la población de las ciudades que rodeaban Barcelona; gente de Sant Adrià, Santa Coloma o Mataró bajaban con el tranvía hasta el barrio para comprar en este mercado durante los tiempos de escasez. Hoy acercarnos aún merece la pena: la modernidad nos recibe desde fuera y nos da paso a un interior con un mercado tradicional con paradas de alimentación y restaurantes que destacan por la calidad de sus productos.
Plaza de las Glorias. El barrio de las Glorias es la última apuesta del Ayuntamiento barcelonés por crear nuevos focos de interés turístico que permitan descongestionar el centro. Con esa finalidad se levantó el flamante Mercado de los Encantes, del estudio b720, ubicado frente a la Torre Agbar (1999-2005), el rascacielos con forma de lingam de Jean Nouvel.
Els Encants de Barcelona es un mercado centenario tradicionalmente organizado de manera informal en la calle al aire libre. El solar para la nueva ubicación del mercado, no lejos de la actual, se sitúa en la confluencia de la avenida Meridiana y la plaza de las Glorias. El proyecto se plantea como objetivo principal el mantenimiento del carácter abierto y de mercado en la calle del que actualmente gozan los Encants. La superficie limitada de unos 8.000 m2 del solar para un programa comercial que ocupa más del doble de superficie supone un fuerte condicionante.
El proyecto procura evitar la construcción de diferentes plantas huyendo del modelo de centro comercial. Para ello, se proyecta un espacio comercial continuo con planos levemente inclinados que se entrelazan en un bucle que genera un recorrido sin solución de continuidad entre los puestos comerciales y las pequeñas tiendas en una experiencia similar a la de pasear por una calle peatonal. Por medio del plegado de los suelos se concilian las diferentes cotas de las calles perimetrales y se desdibujan a través de todo el interior del mercado los niveles de acceso.
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Este es uno de los recorridos que estamos confeccionando, pero habrán más.