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Foto del escritorFrancisca Sánchez

Sin innovación no hay futuro


Tengo la sensación de que cuando se habla de innovación, a algunos les suena realmente esotérico e incluso manoseado. Y cierta razón no les falta porque es una palabra bastante usada y abusada. Piensan en I+D+i y en nuevos productos. Pero quizá ésta es una visión muy limitada. La innovación abarca mucho más que el simple desarrollo de producto o la investigación. Se puede y debe enfocar hacia otros aspectos empresariales. Porque o mucho cambian las cosas, y ya lo han hecho, o estamos en un punto de no retorno. Sin innovación no hay futuro.

Comenzó la crisis hace ya algunos años. Tantos, que lamentablemente nos hemos acostumbrado a las noticias que a diario recibimos: EREs, cierres de empresas, empresas que siguen en pérdidas, falta de financiación, desacelaraciones en la destrucción de empleo (vaya, que se sigue destruyendo empleo), incremento en el número de personas que precisan de ayuda social, etc.

Las empresas han pasado de no saber y no entender que estaba pasando a... seguir igual. En el mejor de los casos, muchas diría yo, han desarrollado planes de reestructuración empresarial, centrándose en la reducción de costes de todo tipo, desde el inventario de artículos a la reducción de plantillas. Han intentado refinanciar sus deudas, han intentado salir al exterior casi como imperativo legal para no ser mirados mal por sus vecinos, etc. Sin embargo, aunque son muy loables sus intentos, creo que se han quedado en a medio camino. Para mí son solamente soluciones temporales sin mucho más recorrido que el próximo bache u obstáculo. No han querido, sabido, podido o intentado aprovechar el momento para hacer algo diferente.

En cualquier sector se encuentra a multitud de empresas haciendo todo lo anterior. Pero he escuchado muy pocas veces trazar planes y llevarlo a cabo para descubrir nuevos clientes en los mercados donde ya estaban establecidas. Mucha buena voluntad pero poco más. Así que casi como única salida, se apresuran a la internacionalización como si fuera la tabla de salvación y una tarea fácil. Ni todas las empresas pueden ni todas deben abordar la internacionalización.

¿Cuántas intentaron modificar su modelo de negocio de manera consciente? Con un sector público deprimido el sector privado puede ser un sector al que dirigirse, ¿no? Pero con enfoques diferentes, no tratando de emular la manera de contratar con la administración (que por cierto se ha subido al carro del precio como única innovación, ¡menudo buen negocio y ejemplo!).

Dando un paso más en el ejemplo, hago zoom y llego a consultoría de proyectos de ingeniería hidráulica. ¿Por qué no intentar dar servicio a empresas que empleen agua en sus procesos? ¿Se ha intentado un acercamiento comercial a ellas? ¿Acaso no pueden ser clientes más que interesantes para una empresa de consultoría civil? ¿Acaso una empresa de consultoría no tiene capacidad más que suficiente para dar ese servicio? Sí, desde luego: conserveras, empresas lácteas, cerveceras, metalúrgicas, empresas de procesado de carne, etc. Todas ellas tienen agua para transportar y mucha para ser tratada. A mí me parece una oportunidad. Dirán algunos, que eso requiere de mucho esfuerzo, ¿acaso no lo requiere la internacionalización?

La innovación es absolutamente necesaria porque es la única manera de ir un paso por delante. Se puede innovar en la forma de relacionarse con los clientes haciendo un uso intensivo de la tecnología, acceder a un mercado mucho mayor gracias a internet y las redes sociales profesionales; se puede apostar por una nueva forma de gestión de precios, proponer nuevos servicios a clientes actuales o los servicios actuales a nuevos clientes. Incluso se puede innovar en la manera de retribución de bonus, donde he llegado a saber de empresas que se han apostado, literalmente, los bonus a doble o nada con sus comerciales. Se puede pensar en muchas alternativas y no necesariamente las obvias propias de caminos ya recorridos.

Se sigue gestionando haciendo benchmarking, mirando al de al lado como si los negocios fueran de eso. En la escuela el que copiaba iba a la cola o se hacía trampas en el solitario. Se sigue apostando por guiones establecidos. Pero innovar es mirar más allá.

Innovar es una cuestión de imaginación, de tener una idea feliz o de tener grandes recursos. Si se tiene todo eso mejor. Hay métodos y mucho trabajo y algo de creatividad, claro está. Las empresas, sus directivos y los empleados (¡siempre las personas delante!, es la clave) hemos de estar dispuestos a afrontar el reto y como no, también a correr ciertos riesgos. Aunque visto lo visto el riesgo es quedarse sin hacer nada o en copiar al vecino creyendo que es más listo que uno. Cada caso es un mundo y así se ha de actuar, caso por caso.

Innovar no es comprar el último software de gestión, como no lo es abrir una cuenta corporativa en Google+, en Twitter o en cualquier otra red. Innovar tampoco es estar certificado en mil ISO, porque demasiado a menudo solamente se queda en papeleo inútil (por eso se rechaza tanto). Innovar, en tal caso, será el uso que a esta red se le dé para captar nuevos clientes, acceder a otros mercados o generar la marca necesaria para ser reconocidos. O aprovechar la ISO para cambiar de mentalidad y descubrir nuevas posibilidades. Porque en muchos casos, seguimos confundiendo herramientas con el uso que de ellas se puede hacer.

Lo establecido no necesariamente es lo bueno, y ni mucho menos lo mejor. Los grandes cambios en todos los ámbitos de la vida han venido de la mano de personas que se han lanzado a hacer algo de manera diferente. Quizá locos, quizá visionarios, quizá personas muy normales pero nunca acomodados en el "esto es así porque siempre se ha hecho así" o en el "eso no tiene sentido" a la primera de cambio.

Para innovar hay que recorrer senderos que quizá antes, nunca nadie había explorado. Y el momento era ayer para competir hoy, así que habrá que ponerse para llegar con opciones al mañana.

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